Tras su intervención en "Subite a la Tenobiera" muchos de los quienes la vieron y escucharon se quedaron con ganas de saber algo más de este molusco cuyas jornadas ya son "Fiesta de Interés Turístico del Principado de Asturias" y este año han cumplido la 36ª edición. Así que complementando los datos que curiosamente hoy se trasmitieron en el "Picu" https://www.rtpa.es/video:El-picu.--T.10-Cap.-135_551752273223.html.
Victoria Álvarez no dudó en prepararnos un bonito relato que queremos compartir con todos vosotros
Quintueles es un pueblo mariñán donde, durante generaciones, sus gentes se dedicaron a la agricultura, la ganadería y la pesca. En casi todas las familias había algún pescador de pulpos, barbadas, llámpares … ya fuera para el autoconsumo o para la venta. Como decía mi padre:
“Dejen más les llámpares que les vaques.”
Este texto pretende ser un pequeño homenaje a todas esas personas que, pescándolas o cocinándolas, contribuyeron a que hoy les llámpares estén viviendo un auténtico auge en nuestro pueblo.
Les llámpares pueden recogerse durante todo el año, aunque la mejor época es en primavera. Antiguamente no se consumían hasta que Luis "el Polainu"
—ya fuera por vivir tan cerca del mar o por la escasez de alimentos en aquella época— cogió unes llámpares, que su mujer cocinó afogaes, sirviéndolas en una pequeña barraca construida con bambús. Así comenzó todo.
De merecido renombre fue Casa Nicasia, pionera desde 1942 cocinando llámpares afogaes en salsa, con arroz…Platos que se siguieron degustando hasta hace poco gracias a su nuera y gran cocinera, Mary. Otros restaurantes como Casa Koty y El Mariñán también se convirtieron en referentes imprescindibles para degustar este sabroso manjar.
Pero si hoy podemos disfrutar de llámpares en nuestras mesas, es porque alguien antes invirtió horas en recogerlas, llenando los cestos. Hoy el límite es de 5 kg, pero antaño se aprovechaba toda la marea, ya que no existía cupo alguno.
Mis padres, Alejandro y Tiva, dedicaron mucho tiempo a la recogida de llámpares. Recuerdo los muchos kilos que cada fin de semana llegaban a casa desde los pedreros cercanos... y no tan cercanos, porque llegaban incluso hasta Caravia. Gracias a ellos aprendí a disfrutar del mar y de sus riquezas, y a valorar los conocimientos y experiencias que hoy transmito con cariño a mis hijos y nietos.
Vienen a mi memoria nombres como Herminio, Lola, Mary (su hija), Esther, Olivina, Nati y Casilda, Mino y Maruja. Es un honor recordar a estas personas recorriendo los pedreros con su paxina o cestín rebosante de llámpares, unas veces para consumir en casa y otras para vender a quienes quisieran saborearlas.
A todos ellos, nuestro cariño, gratitud y reconocimiento.
Quienes lean este texto y se acerquen hasta la Ñora, ya no solo podrán contemplar estos pedreros como un conglomerado de cantos redondeados sino también recordar que entorno a ellos los vecinos de Quintueles antaño comenzaron a coger les Llámpares determinando su caracter e identidad.
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